
En estos días inundados de datos médicos y epidemiológicos, capta nuestra atención los poquísimos casos de trombos supuestamente producidos por la vacuna contra el Covid-19 de AstraZeneca, incluso llegándose en muchos sitios a dejar de inocular dicha vacuna por precaución. Sin embargo, existen multitud de fármacos que teniendo unos efectos aún más adversos no se ponen bajo el punto de mira. ¿Por qué?
La endocrinóloga Carme Valls Llobet lleva años luchando para que se incluya la perspectiva de género en la medicina. En la introducción de su libro “Mujeres invisibles para la medicina” escribe:
«Está costando mucho aceptar que, a causa de los estereotipos culturales, sociales y psicológicos, estamos invisibilizando los problemas de salud de las mujeres, cometiendo errores en el diagnóstico, realizando exploraciones que no conducen a un fin eficaz y recomendando tratamientos que pueden enfermar o acelerar las enfermedades que pretendíamos tratar».
Esos sesgos de género en la medicina son debidos a la visión androcéntrica que considera al hombre como sujeto universal, como medida de todas las cosas, invisibilizando las peculiaridades de los cuerpos femeninos. Como en otros ámbitos, volvemos a asistir a una colonización del cuerpo de las mujeres. Ejemplo de ello es que los estudios médicos no incluían estadísticamente a las mujeres y cuando se ha empezado a hacer no se han profundizado en las causas de las diferencias.
Cuando existen problemas de salud que afectan a los hombres, se dedica tiempo, esfuerzo y dinero a su estudio, intentado encontrar el mejor tratamiento, yendo a la raíz del problema y no paliando síntomas. Sin embargo, en dolencias que afectan más a las mujeres o exclusivamente a ellas, se actúa de manera superficial, en muchos casos con tratamientos no ajustados y no invirtiendo en la mejora de los fármacos. Un ejemplo de ello son los anticonceptivos hormonales. Y es que hay cuerpos que importan menos.
Los anticonceptivos hormonales multiplican por tres la probabilidad de padecer un trombo. A esto debemos sumarle otros efectos adversos como el cáncer de mama o la depresión. Y lo más probable es que la mujer que tome cada día la píldora anticonceptiva padezca dolor de cabeza, náuseas, dolor abdominal, mamas dolorosas, sensibilidad en las mamas, aumento de peso o erupción cutánea. 1 de cada 10 tiene esa papeleta premiada, es decir, el 10% de las mujeres que opten por ese anticonceptivo.
Esto no es una repulsa a estos métodos anticonceptivos, sino el resaltar lo poco que se perfeccionan estos medicamentos y lo mucho que se consumen sin poner el grito en el cielo sobre sus efectos adversos, porque como ya se sabe, las mujeres son ciudadanas de segunda.
Otro dato a tener en cuenta es que los síntomas que más llevan a las mujeres a la consulta médica son el cansancio y el dolor. Por eso, entre ellas se generaliza el uso de ansiolíticos y depresivos. De hecho, en España las mujeres toman 5 veces más antidepresivos que los hombres y el doble de ansiolíticos que ellos. En muchos casos esa no es la solución y no se ahonda en la causa real de esos problemas porque su malestar no siempre es psiquiátrico, sino que podría ser biológico (problemas de tiroides o falta de hierro, por ejemplo) o mental. Sí, mental, debido por ejemplo a la carga de responsabilidades de crianza y de tareas domésticas. Las labores de planificación, organización y toma de decisiones en el hogar las suelen asumir las mujeres mayoritariamente, siendo éste un trabajo no reconocido, no remunerado y que aumenta los niveles de estrés y ansiedad. Y es que España 3 de cada 4 mujeres sufre de carga mental y a la sociedad le conviene que las mujeres sigamos asumiendo estos trabajos gratis. Por eso, en este caso, a lo mejor, la solución sería promover la conciliación y corresponsabilidad en la vida familiar en vez de atiborrar a las mujeres a pastillas.
Y es que, no es de extrañar que las mujeres padezcan padezcan mayor número de enfermedades que producen dolor crónico, no porque seamos más débiles o sensibles, sino porque muchas conviven con el dolor, el cansancio y la carga mental, lo que hace que la sociedad normalice ese malestar y sus causas y al normalizarlo se invisibiliza y se deja de estudiar y actuar.
Fuentes: www.publico.es/sociedad || www.sabervivirtv.com/medicina-general || www.arainfo.org/