
La pandemida del Covid-19 nos obligó irremediablemete a probar en primera persona qué era eso del teletrabajo. A raíz de esta experiencia, un 64% de las mujeres han preferido seguir con esta modalidad de trabajo. El motivo de esta inclinación no es otro que la conciliación.
Somos las mujeres las que seguimos cargando con la mayoría de las tareas domésticas, de cuidado y de crianza, por lo que el teletrabajo nos ayuda con nuestras maratonianas jornadas de trabajo porque, entre otras cosas, nos ahorramos los tiempos de desplazamientos entre la casa y el puesto de trabajo y porque podemos gestionar el tiempo dedicado a lo familiar y a lo doméstico de manera más eficiente.
Pero, ¿es el teletrabajo una buena medida de conciliación? Hasta aquí hemos expuesto las ventajas, sin embargo es un arma de doble filo, sobre todo para las mujeres.
En primer lugar, la flexibilidad que nos aporta el teletrabajo para “llegar a todo” en nuestras dobles (o triples) agotadoras jornadas laborales no debería ser una preocupación exclusivamente femenina, es decir, preferir el teletrabajo, básicamente porque permite conciliar mejor vida familiar y laboral, no debería ser un hecho que se de mayoritariamente en las mujeres. Si nuestra meta es conseguir que tanto mujeres como hombres tengan las mismas oportunidades dentro de la sociedad, las tareas domésticas y de cuidados deben repartirse de manera equitativa entre ambas partes. Estamos hablando de corresponsabilidad.
La corresponsabilidad social implica que la idea del reparto de las responsabilidades domésticas y familiares se haga de forma equitativa entre mujeres y hombres, para extenderse a otros agentes sociales e instancias públicas y privadas. La corresponsabilidad implica desarrollar una nueva cultura de la organización tanto empresarial, como institucional y familiar.
Es cierto que en los últimos meses ha habido un avance en temas de corresponsabilidad pues gracias a las video-llamadas se han hecho visibles los entornos familiares, e incluso se han hecho famosas escenas en las que se colaban en escena criaturas pequeñas. Todo esto ha propiciado que el mundo observara un poco más de cerca qué significa realmente conciliar vida familiar y laboral y se tomar conciencia de ello.
Sin embargo, en hogares con estructuras más tradicionales donde las mujeres son las encargadas del trabajo doméstico y de cuidado, debido al teletrabajo, éstas se han visto desbordadas y aisladas al no poder salir tanto de casa y tener contacto con otras personas. Además, debido a esa hiperresponsabilidad con la que cargamos las mujeres creyendo que somos superwoman, se ha acentuado ese sentimiento de culpabilidad por “no llegar a todo”, lo que ha mermado aún más nuestra calidad de vida.
Otro aspecto negativo que puede traer el teletrabajo es el retorno al espacio privado y a la invisibilización de las mujeres y de su trabajo. Durante el confinamiento que experimentamos debido a la pandemia, tanto mujeres como hombres se vieron en la obligación de teletrabajar. El problema es que una vez vuelva la total normalidad, ellas se queden teletrabajando en casa para conciliar y ellos regresen a sus puestos de trabajo en el ámbito público. Ello supondría un mayor aislamiento de las mujeres, la devaluación o desprestigio de su trabajo, su invisibilidad en lo público y una falta de referentes femeninos. Y es que debemos insistir es que conciliar no debe ser una cuestión femenina y las medidas no deben ir dirigidas a las mujeres, sino a ambos sexos porque solo así conseguiremos una igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.