
Todos vimos a Trump amenazando con declarar a ANTIFA organización terrorista. Dejando de lado si ANTIFA es una organización o no, la polémica venía por la intención de meter en la lista de organizaciones terroristas al movimiento antifascista. En España, los seguidores de Trump no tardaron en aplaudir la iniciativa.
Esto, no obstante, viene de atrás. Desde hace mucho tiempo la derecha pretende reescribir la historia democrática de nuestro país denostando al antifascismo y poniéndolo al mismo nivel que a su antagonista. Cosa curiosa porque, si un demócrata no es antifascista entonces, ¿qué es?
Vayamos poco a poco.
El prefijo “-anti” en español se usa para señalar lo opuesto a algo. Por ejemplo, “antiterrorista” quiere decir “que se opone al terrorismo”. ¿Se podría deducir que si alguien dice que no es antiterrorista, entonces, es el opuesto, un terrorista? No exactamente. El contrario de antiterrorista no es el terrorista. “Anti-”, repetimos, es lo opuesto, pero en un sentido activo. Esto quiere decir que si alguien dice “yo no soy antiterrorista”, no signifca que esa persona se dedique a poner bombas o participe de algún modo en una organización que sí lo hace. Pero al no declararse “anti-”, corre el riesgo de mostrar su simpatía hacia el terrorismo o, en el mejor de los casos (por decirlo así), su indiferencia. En España conocemos muy bien este fenómeno e, incluso, tenemos leyes para él.
Pongo otro ejemplo: anticomunista. Yo no soy anticomunista, ¿quiere decir esto que soy comunista? Pues no, tampoco lo soy. ¿Es esto posible? Claro que lo es. Ni soy comunista, ni tengo una actitud activa contra el comunismo. Simpatizo con esta ideología de algún modo, punto. No sé si siguen el razomiento.
Así pues, si alguien no se declara “antifascista” no debemos inferir inmediatamente que es un fascista: quizás es una persona indiferente políticamente hablando, quizás es una persona que simpatiza con estas ideas pero no se adscribe a ellas o, quizás es una persona de derechas que entiende que el fascismo está dentro de su espectro ideológico o que, dentro de ese espectro compartido, es un mal menor o un mal necesario.
Y todo esto es importante, en nuestra opinión, por tres razones. La primera es que el antifascista tiene que ser una persona que tome partido activamente por la democracia y contra el fascismo. La segunda, que no se puede ser demócrata sin ser antifascista, porque la democracia no es algo acabado, es algo que hay que defender. Y tres, los verdaderamente fascistas son muy pocos y no son peligrosos: el peligro llega cuando los conservadores y la derecha democrática deja de ser antifascista y blanquea al fascismo y lo convierte en su aliado. Ahí ya empiezan a ser muchos y a ser peligrosos.
LIO – Lingüístico