«Obediencia debida»

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Si usted decide dar un paseo por la calle San Onofre, encontrará a la altura de la Plaza Tercio de Flandes una figura escultórica que representa a un mariscador. Fue erigida el 13 de agosto de 1982, hace 37 años ni más ni menos, y no hace mucho me contaron el lamentable suceso que la inspiró.

Me cuentan las personas más viejas y sabias de la zona, que el motivo de la estatua respondía a un crimen que tuvo lugar en esta nuestra Isla el 6 de abril de 1981.




Manuel Richarte Aparicio tenía veinticinco años cuando, como tantas otras veces y como tantos otros isleños, acudió aquella mañana de abril a marisquear en las inmediaciones del Cuartel de Instrucción de Marinería (en la denominada «Isla del Pino»). Según la oficina de prensa de la Zona Marítima del Estrecho, «a las doce del mediodía de hoy el centinela que se hallaba de guardia en la garita próxima al caño de mar conocido por Ureña, observó cómo un individuo intentaba cruzar dicho brazo de mar, dentro de la zona militar, con dirección al cuartel. El centinela le dio el alto reglamentario, los avisos pertinentes, le pidió el santo y seña y efectuó un disparo de aviso. No hizo caso el individuo y el centinela disparó y le causó heridas graves«. Tan graves que Manuel Richarte murió desangrado.

Tanto la propia tragedia de la pérdida humana como esta primera versión de los hechos causaron hondo pesar e indignación en La Isla. Pronto se confirmó que, si bien el centinela efectuó los disparos, éstos se realizaron por orden directa de un superior.

Manuel vivía en la Barriada Bazán con su padre, jubilado, y con nueve hermanos. El marisqueo en aquella zona era una actividad habitual que mantenía a flote a muchas familias de La Isla.

Los recuerdos del suceso para los vecinos del lugar distaba mucho del relato oficial emitido por la prensa del centro militar. Cuentan que Manuel fue interpelado por el cabo de guardia, quien le preguntó qué estaba haciendo allí. Ante la respuesta de Manuel, «sólo estoy llevando para comer para mi casa, como todo el mundo«, emergió la figura de un capitán que ordenó al cabo que hiciera uso del arma reglamentaria. Éste disparó al aire, lo que puso nervioso a Manuel, «¿Pero qué haces?«, preguntó nervioso y alarmado. Lo que sucedió después solo puede explicarse por la cloaca neuronal con la que funciona quien desprecia la vida de un ser humano. «Dispárele, cabo«, ordenó el capitán. Comentan que el cabo miró al capitán negando con la cabeza, y que su superior le insistió «¡Obedezca!«. La orden se cumplió. Manuel fue ejecutado.

Hacía poco más de un mes del golpe de Estado del 23F.

El caso llegó hasta el Congreso. Los diputados socialistas Ramón Vargas, Esteban Caamaño y Manuel Chaves (ex-presidente de la Junta de Andalucía), trasladaron al Gobierno la necesidad de esclarecer los hechos de tan execrable crimen en un momento en el que la imagen del ejército estaba desdibujada por los sucesos protagonizados por Alfonso Armada y sus amigos. El Ayuntamiento, por su parte, ya se había dirigido a la autoridades de Marina, pero sin recibir respuesta.

Manuel Richarte únicamente portaba los utensilios básicos para mariscar. No se explicaba la necesidad de disparar. En el comunicado que ofreció la Marina no se describe ningún acto que presumiera ningún tipo de riesgo para la seguridad de los militares, ni siquiera para el propio centro.

Eran las 12 del mediodía. A ningún responsable de la guardia se le ocurrió que, si hubiese sido necesario intervenir, podrían haber enviado una patrulla para detener a Manuel Richarte. Pero no. La orden fue disparar a matar.

«Disipar recelos entre un sector de la población y las Fuerzas Armadas«, ese era uno de los objetivos del escrito presentado por los Diputados. Y evitar que este tipo de crímenes se repitiesen, también. España estaba atravesando un momento social y político muy convulso.




Claveles

El crimen quedó grabado a fuego en la memoria de quienes vivieron aquel clima de consternación. La comparsa de Conil, «Claveles», de Antonio Bonet y Manuel Nieto, con la dirección de Diego Guerrero, se alzó con el 5º premio del Falla en el concurso del año 82. Esta agrupación dedicó este precioso pasodoble a Manuel Richarte:

Era el fango su amigo de to los días,
compañero de fatiga y de sudor,
era el fango su suministro de vida
desde las claras del día
con el canasto a su vera
hasta que se duerme el sol.

El fango lo vio crecer
pero un día malo y muy negro
en el fango se durmió
y no despertó del sueño…
se marchó Manuel
rumbo hacia el edén
se marchó un isleño.

Marisca, marisca, marisca
sin ningún miedo y temor
que nadie apagará tu voz
porque en el cielo azul
donde tú estás todo es muy claro…
marisca coquina, camarón,
gusana u ostión
que no te harán disparos…

Nosotros siempre lo recordaremos
y en la mente llevaremos
a ese isleño que marchó,
por eso (escucha mi voz)
te pido Virgen del Carmen (con el corazón)
Patrona del Marinero
recibe en el cielo
a este amigo mariscaor.

La «obediencia debida».

En la Barcelona de 1992, mientras nos dejábamos llevar por el entusiasmo olímpico, se desarrollaron unas ponencias sobre las sectas. Ponencias que fueron publicadas dos años después por la Fundación Francisco Ferrer bajo el título «Cuando una sonrisa es una trampa«. En aquellas jornadas el periodista José Rodríguez, cuando hablaba sobre las sectas destructivas, aludió a la  «obediencia debida» tachándola de majadería irresponsable. Tras esto no pudo evitar acordarse de lo sucedido en La Isla, y contó a la audiencia el caso de Manuel Richarte. De cómo Manuel pidió seguir mariscando porque era su sustento, y la posterior orden de disparo. Para quien apretó el gatillo «no estaba matando» sino «cumpliendo órdenes«, aseguró Rodríguez.

Esa «obediencia debida» libró al centinela de pisar la cárcel. Al capitán le cayeron 3 años de prisión menor por un delito de «homicidio por inducción». A la familia el Ministerio de Defensa le pagó tres millones de pesetas (unos 18.000 €uros) en concepto de «responsabilidad civil».

Este fue el coste de quienes perpetraron la ejecución.

sentencia

Un año y medio después del asesinato de Manuel, La Isla contaba con un homenaje «a los hombres de La Isla que han hecho de la marisma su profesión«, frase que se conserva en la placa de esa obra de Manuel Cuenca Forero.

Sirva este escrito también como humilde recuerdo a la memoria del mariscador Manuel Richarte Aparicio.

Antonio Olvera Calderón
DeLaIsla.ES


Rodríguez, José (1994). 2. El sectarismo como disfunción de una sociedad en crisis (pp.14-24), Cuando una sonrisa es una trampa. Las sectas, cómo detectarlas, cómo combatirlas, Barcelona, Fundación Francisco Ferrer.
Reseñas publicadas en la edición impresa de «El País»: martes de 7 de abril, domingo 3 de mayo y jueves 17 de septiembre de 1981.
Reseñas publicadas en la edición impresa de «La Vanguardia»: martes de 7 de abril y  viernes 18 de septiembre de 1981.
Boletín Oficial de las Cortes Generales, I Legislatura, Serie F, 2000-I, página 4071.
Blog unaisladeplacas.blogspot.com, 9 de abril de 2014.




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