
«Olvida los números«, así se traduce el título de una canción que el grupo irlandés Delorentos grabó en 2014 para el álbum «Night Becomes Light». Pero no quería escribir sobre la música popular de principios de siglo. Para temas melódicos, rockeros y britpoperos ya habrá otra ocasión y otro articulista. Mi propósito en el presente artículo es otro.
No es extraño el uso, y el abuso, de porcentajes para fortalecer un argumento. Imagináos un grupo que está charlando, por ejemplo, sobre politiqueo patriotero y alguien sentencia algo así en plan «pues el 80% de la juventud prefiere ver series a estar informados«. Ya saben, un porcentaje arbitrario con el fin de reforzar el argumento y ¡ganar el debate!
Detrás de un porcentaje hay un complejo mundo de interconexión entre estadística e investigación sociológica. Para llegar a ese 80% caricaturizado en el ejemplo, existe una maraña procedimental que va desde el diseño de un cuestionario, pasando por la metodología de la recogida de datos, hasta llegar al trabajo estadístico. Y el razonamiento metodológico de un estudio cuyo fin sea determinar los intereses de la juventud respecto a las variables «ocio» e «información», difícilmente puede acabar con un porcentaje arbitrario espetado por el cuñado de turno. Además, estas cosas entran en el terreno de la llamada «estadística inductiva», que es la encargada de inferir para toda una población los resultados de una muestra.
Recuerdo que en las elecciones municipales de La Isla en el 2003 se presentó, de la mano de Paco Porras, un partido llamado PAPI-PAUTE que elaboró una encuesta interna que le daba la victoria por mayoria absoluta. La encuesta probablemente estaría bien hecha, pero su resultado quedó distante de lo que sucedió al final (el PAPI-PAUTE sacó 559 votos de 36.206, un 1’57%). ¿Qué pudo fallar? Pues fácil: el razonamiento teórico y el buen quehacer metodológico.*
Y es que, en el rollo de las encuestas, rara vez la muestra supera las 2000 personas encuestadas. Y en el mundo en el que vivimos, del tamaño de la muestra se pueden obtener conclusiones loquísimas. A más encuestados menos margen de error, claro. Pero también indica que hay pasta de por medio, y cuando hay pasta de por medio hay intereses creados muy particulares (y sombríos). Cuando estudiaba, precisamente, metodología aplicada a las ciencias sociales, nos enseñaron que «lo primero que hay que mirar de una encuesta es la ficha técnica… y conocer al cliente que la ha encargado«. Si una encuesta no facilita los datos de la ficha técnica, no vale.
Cuidado pues, con los porcentajes de salón. Cuando en una charla o debate alguien se plante con un porcentaje, pidan la «ficha técnica». Es el momento de hacer las preguntas oportunas: ¿A qué estudio pertenece el porcentaje? ¿Quién lo diseñó y qué metodología se ha aplicado? ¿Lo has sacado del superpop o de un blog de frases motivacionales? Es decir, es el momento de aprovechar la ocasión y ponerse más pedante que Pedro Ruíz.
También pueden optar por no hacer ni caso y asentir con displicencia. Últimamente me decanto por esta opción, como suele hacer el 92% de las personas normales.
Antonio Olvera Calderón
DeLaIsla.ES
* Aproveche un momento de procrastinación para responder a esta pregunta: ¿en qué parte queda la decisión del PAPI-PAUTE de traer a Paco Porras para captar votos? ¿En el razonamiento teórico o en el quehacer metodológico? Razone la respuesta antes de activar la cisterna.