
Perdonad que copie la expresión de mi admirado Pablo Neruda en uno de los más descarnados libros del poeta.
Para mí Ceuta, lugar donde nací es como un amor que cuanto más me rechaza más me atrae. He estudiado su idiosincrasia, su desperdiciada situación geopolítica y sus problemas. Ya desde 2002 volví a mi ciudad natal para investigar una realidad muy distinta a la que dejé como maestro en el año 1973, con una población árabe-musulmana meteca e invisible, sin acceso a un estado del bienestar prácticamente inexistente. Desde principios de este siglo ya había escrito sobre el contexto ceutí para situar los trabajos sobre la problemática de la in(ex)clusión del alumnado en la enseñanza básica y obligatoria de la ya no tan minoría árabe, que, tras el acceso progresivo a la ciudadanía española, intuyo que será ya, en 2022, casi un 80% de la población escolar. En mis trabajos fui actualizando el estudio de este contexto y en un libro de próxima publicación se plasma la situación en los dos últimos años.
Se anuncia en la prensa local un plan estratégico desde el Estado central. Otra vez una gran cantidad de dinero público para una ciudad con unas deficiencias estructurales imposibles de subsanar con parches compensatorios. Una ciudad que se olvidaba de su hinterland. Solo tiene uno que asomarse diariamente a las webs de los diarios locales para contar los tiroteos, muertos, redadas y quemas de autobuses o mobiliario urbano. Ya no hay que ver series en la tele, ya están en la vida cotidiana de barrios como El Príncipe. Me decían desde el Instituto de Estudios Ceutíes, hace ya más de 10 años, que lo que yo analizaba en mis investigaciones eran invenciones de visiones prejuiciosas y que eso del fracaso escolar de los moritos era porque se empecinaban en hablar en su casa su lengua oral materna. Que tenían que olvidarse de esos malos hábitos. Esos fracasados escolares, y casi seguramente sociales, no tardarían en ser los futuros delincuentes islamistas o miembros de bandas responsables del tráfico de hachís ( El País, 16-10-22, pp. 24 y 25) sin futuro en nuestra sociedad. Que haya instituciones como la citada, que reciben el dinero de la Ciudad Autónoma, reinado eterno del rey Vivas, en las que se desliza, con escasa presencia, alguna valoración académica contrahegemónica, es un reflejo de una ciudad mafiosa, en la que el que se mueve no sale en la foto. Ya le encuentran acomodo al que se sale del encuadre para que no proteste.
La Isla, a 25 de octubre de 2022
Rafael Ángel Jiménez Gámez